El rastrero terror de Licaón crece por momentos:...y él corrió y se abrazó a sus rodillas, agachándose. La pica pasó por encima de la espalda y quedó en tierra enhiesta, ansiosa de saciarse de su varonil carne. El otro le suplicaba, cogiéndole con una mano las rodillas, mientras con la otra sujetaba la encastrada lanza sin soltarla. Y dirigiéndose a él, le dijo estas aladas palabras: «¡A tus rodillas te imploro, Aquiles: respétame y apiádate! Para ti, criado por Zeus, soy un suplicante digno de respeto».[trad. de Emilio Crespo Güemes, Gredos, Madrid 1991].
Esta aurora es la duodécima desde que he vuelto a entrar en Ilio tras muchas penas, y ahora en tus manos me ha vuelto a poner mi maldito destino. Debo de ser objetoUn patético sofisma final:
del odio de Zeus padre, que de nuevo me entrega a ti. Para una vida bien breve me engendró mi madre.
Otra cosa te voy a decir; y tú métela en tus mientes: no me mates, pues no he nacido del mismo vientre que Héctor, el hombre que ha matado a tu amable y esforzado compañero.
Y, en ese verso, mi padre se detuvo con aire de estudiada desesperación. "
George Steiner, Errata. El examen de una vida, Siruela, 1997, páginas 25-26
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